INDIA, ANTE EL DILEMA DE CÓMO RECUPERAR EL CUERPO DEL MISIONERO ASESINADO
POR LA TRIBU AISLADA
Gina Tosas, Barcelona
28/11/2018
El misionero estadounidense, John
Allen Chau, en uno de sus viajes (Instagram de John Allen Chau)
Los aborígenes enviaron al
estadounidense John Allen Chau mensajes evidentes de que no era
bienvenido en su remota isla india de Sentinela del Norte, en el Océano
Índico; pero el misionero cristiano de 26 años se empeñó en saltarse todas las
prohibiciones existentes y decidió volver a establecer contacto con la tribu
indígena con el fin de evangelizarles. Una vez más. La última para él.
Se cree que los sentinelas, un
pueblo aislado que generalmente recibe con hostilidad a todo visitante que se
acerca a su costa, mataron al joven y lo
enterraron en la playa, según relataron los pescadores que lo
llevaron hasta allí.
Policías
indios subidos a un bote se acercaron unos 400 metros de la zona donde el misionero
fue visto por última vez
Hace diez días que Chau desapareció
y las autoridades indias se encuentran ante un difícil dilema en un caso
que ha llamado la atención internacional: cómo recuperar el cuerpo del
misionero y avanzar así en la investigación de lo que pasó realmente si al
mismo tiempo deben preservar ya no solo la cultura sino también la existencia
de los aborígenes, como manda la ley regional.
Hace unos días varios policías
indios subidos a un bote se acercaron unos 400 metros de la zona donde
el misionero fue visto por última vez. Estuvieron cara a cara con la tribu de
cazadores recolectores del archipiélago de Andamán. Ataviados con prismáticos,
los agentes vieron a los aborígenes esperándoles armados con arcos y flechas.
“Nos observamos los unos a los otros”, señaló el jefe de la policía
regional, Dependra Pathak, a la agencia AFP. Con el fin de evitar
cualquier tipo de confrontación, los agentes se alejaron.
Para proteger a la tribu, con una
población estimada de 150 personas y que probablemente es la última
cuyos orígenes se remontan a tiempos preneolíticos, existe una prohibición
de acercarse a la isla a menos de cinco kilómetros. Las autoridades
quieren evitar a toda costa molestar a los aborígenes ya que, además de
provocar un choque de civilizaciones, cualquier contacto con forasteros podría
ser fatal para ellos. Al haber evolucionado apartados del resto del
mundo, su sistema inmunológico no está adaptado a los agentes
infecciosos que pueden traer los intrusos..
“El riesgo de epidemia mortal
ante una gripe, sarampión u otra enfermedad es real y aumenta con
cada contacto externo”, alertó el lunes el director de la organización Survival
Internacional, Stephen Corry. De ahí que su organización haya pedido al
Gobierno indio que abandonen cualquier intento de recuperar el cuerpo de
Chau.
Antropólogos
exigen que la policía india abandone cualquier intento de recuperar el cuerpo
Una postura compartida por grupos de
antropólogos indios que enviaron un comunicado conjunto a la prensa, del
que se hizo eco AFP: “Los derechos y deseos de los sentinelas
deben ser respetados”. Corry apuntó en la misma dirección. Para él los
isleños deberían tener la oportunidad de determinar su propio destino. “Todos
los pueblos tribales que no han sido contactados se enfrentan a una catástrofe
a menos que su tierra esté protegida”, señaló mientras se quejaba de que las
autoridades indias habían rebajado las restricciones para visitar las islas Andaman
y Nicobara principios de este año -lo que hace temer una muy perjudicial
apertura de la región al turismo-.
Pero en sus declaraciones del fin de
semana, el jefe de policía del archipiélago dejó claro cuál era su prioridad:
“Son un tesoro. No podemos ir allí y entrar a la fuerza. No queremos hacerles
daño”, aunque avanzó que están trabajando con antropólogos y otros
especialistas para “entender la psicología del grupo”.
Isla Sentinel del Norte, que se
encuentra en medio del Océano Índico, a mil kilómetros de la costa india
(Gautam Singh / AP)
Con todo, cada vez se hace más plausible
la idea de que nunca se recuperará el cuerpo del misionero. Y ya no
digamos la posibilidad de juzgar a los responsables de su muerte, algo que las
autoridades indias descartaron desde el primer momento por considerar que era
el misionero quien estaba cometiendo un delito al saltarse una prohibición. A
quienes sí ha arrestado la policía a cinco pescadores y un amigo local del
estadounidense, por ayudarle a llevar a cabo la peligrosa empresa.
El joven pagó 350 dólares a los
pescadores para que le acercaran a la isla bajo la oscuridad de la noche
del 14 de noviembre. Chau, que vivía en el estado de Washington y era un
creyente devoto, se había propuesto convertir al cristianismo a los
habitantes de Sentinela del Norte, un lugar tan misterioso y remoto (a unos
mil kilómetros al oeste de India) que nadie conoce ni su idioma ni sus
costumbres.
Desde la barca pesquera, el viajero
hizo un par de incursiones en kayak hacia la isla, donde les habría
ofrecido tijeras y un balón de fútbol como obsequios. Según escribió Chau en su
diario, algunos miembros de la tribu le recibieron bien, pero otros fueron
agresivos. De hecho, recibió un flechazo que fue a parar a una Biblia
que llevaba consigo.
“He sido muy amable con ellos. ¿Por
qué están tan enfadados y son tan agresivos (conmigo)?”, se
preguntaba el chico. En una carta que Chau entregó a los pescadores antes de
despedirse de ellos detallaba los fracasados intentos por ganarse la confianza
de los hostiles sentinelas. En sus escritos quedó reflejado también cómo se batía
entre asumir o rechazar su destino: por una parte temía que fuera ese su final
-“No quiero morir”, escribió- mientras, por la otra, perdonaba a sus futuros
verdugos: “No culpen a los indígenas si me matan”.
Son un
tesoro. No podemos ir allí y entrar a la fuerza”
Dependra Pathak Jefe de la policía
del archipiélago de Andamán
El 17 de noviembre por la mañana,
sus acompañantes vieron a los aborígenes enterrar un cuerpo con la misma
estatura y ropa que el estadounidense.
Décadas de
aislamiento absoluto
Hacía décadas que nadie había
llevado a cabo un intercambio significativo con los sentinelas. Un
equipo de antropólogos consiguió en 1991 acercarse al máximo que se conoce a la
tribu, les ofrecieron regalos, como cocos y plátanos. El único superviviente de
esa expedición, el antropólogo indio, ahora octogenario, TN Pandit, recuerda en declaraciones a la BBC que él también
vivió una situación tensa. En un momento que se había separado de su grupo y se
estaba acercando a la orilla, con unos cocos en las manos que quería
entregarles, “un joven sentinelés hizo una mueca curiosa: cogió su cuchillo y
me indicó que quería cortarme la cabeza”. En seguida se alejó y se subió a su
barco.
La precaución que tuvo el experto y
su equipo, que tardaron veinte años de intentos fallidos a conseguir acercarse
a la tribu, fue la que no tuvo el joven Chau, quien, según Pandit, cometió un
tremendo error. “Tuvo la oportunidad de salvarse, pero insistió y lo pagó con
su vida”, lamentó al medio británico.
No es el único que rechaza su atrevimiento.
De lo primero que alertó Survival Internacional cuando se conocieron los
contactos que había mantenido el misionero con los aborígenes que se encuentran
en peligro de extinción fue del riesgo de que hubiera traído algún tipo de
virus o enfermedad al poblado.
Tuvo la
oportunidad de salvarse, pero insistió y lo pagó con su vida
TN Pandit Único explorador vivo que
ha mantenido contacto con los sentinelas
A parte de la expedición de Pandit,
no se conocen más intercambios exitosos con estos indígenas. En el año
2004, tras el masivo tsunami que azotó la región, un helicóptero enviado por el
Gobierno indio para comprobar si se encontraban en buen estado grabó a uno de
ellos blandiendo un arco hacia el aparato en actitud hostil. Dos años
más tarde, los aborígenes mataron a dos pescadores que alcanzaron la orilla de
la isla mientras dormían y sus cuerpos fueron colgados en bambúes frente al
mar. “Parecían espantapájaros”, detallaba Pathak.
Algunos expertos creen que los
sentinelas son descendientes de las primeras poblaciones de Homo sapiens que
emigraron de África hacia el archipiélago hace unos 50.000 años. Desde
entonces, sobreviven en la pequeña isla boscosa, de un tamaño similar al de la
ciudad de París, cazando, pescando y recolectando plantas silvestres.
Imágenes
captadas por el helicóptero de la Guarida Costera india para comprobar los
daños del tsunami en la región. Uno de los aborígenes los amenaza con un arco y
una flecha. (Handout / Reuters)